Revista Multidisciplinaria Perspectivas Investigativas
Multidisciplinary Journal Investigative Perspectives
Vol. 4(1), 1-2, 2024
https://doi.org/10.5281/zenodo.10359746
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La sexualidad no caduca
En la gran mayoría de las culturas se dice que “el amor nace en primavera”, quizás haciendo
referencia al florecimiento de esta etapa de la vida, donde se estima que todas las funciones
tanto de hombres como mujeres están en óptimas condiciones. El derecho al goce, la satisfacción
y la gratificación sexual son elementos que parten del reconocimiento que tiene toda persona a
sentir placer, a disfrutar de su sexualidad. Implica que todas las personas tienen el derecho a
vivir su sexualidad en cualquier etapa de su vida.
Hay que reconocer que el universo sexual de una persona está en expansión de manera
constante, lo cual permite una adaptación de acuerdo con su funcionamiento integral, en
concordancia con su etapa evolutiva. Dicho esto, emergen condiciones muy particulares donde
la naturaleza provee tanto a hombres como a mujeres del pleno disfrute de su capacidad sexual
desde que nace, hasta el último suspiro de vida.
Conviene entonces entender, que en esta evolución, es importante comprender que en ningún
momento se pierde la capacidad del placer como uno de los aspectos inherentes a la sexualidad,
está presente siempre como el deleite sutil que permite la emancipación de esa energía libidinosa
en busca de la gratificación y si bien, no se puede desconocer que la juventud es un momento
de (re) descubrimiento de dicha sexualidad, esta se construye en el transcurso de la vida, es
parte de la historia personal de cada individuo tejida por las relaciones interpersonales, el
ambiente, la cultura y su contacto con el ideario de visiones del mundo. Es en este sentido refiere
que el placer, no se construye solo en la dimensión biológica, si no, principalmente en el
imaginario. La sexualidad está en el plano no solo de lo palpable, sino también en el discurso
que lo sustenta. (Foucault, 2014, p. 24)
En esa misma línea de raciocinio, se destaca que la sexualidad en la juventud se explora con el
ímpetu del cuerpo y la energía desbordada, donde la genitalidad es la brújula que orienta el
deseo impregnado de carácter y de formas creativas de interacciones coitales. Se practica una
sexualidad donde surge una fuerza avasallante denominada enamoramiento que permea todas
las dimensiones del ser humano y te inicia en la batalla entre lo emocional y lo racional. Es
prudente advertir que, durante esta etapa, la sexualidad también va relacionada con la
reproducción lo que implica la valoración de métodos de planificación responsable. Estas
consideraciones permiten evidenciar que se prioriza una sexualidad impetuosa, donde se valora
la corporalidad que se ve influido en gran medida por los estereotipos de medidas perfectas. No
obstante, se reconoce que la llegada de la tercera edad marca el dilema de un estilo de vida,
equilibrado y racional, donde emerge la necesidad de una compañía tranquila que posibilite el
entendimiento de los cambios del cuerpo; es decir la realidad que comenta el espejo de la figura.
Aun así, no se pierde la posibilidad de amar y surgen en esta etapa relaciones que se convierten
en un elixir de vida, donde la CAPACIDAD REPARADORA emerge se sus cenizas y surge, en
el ser humano, recobrar fuerzas y poner atención a los achaques propios de la edad, con el
objetivo de perpetuar su vida sexual. Esa capacidad reparadora, aguarda en fina calma y solo
hace su debut en el preciso instante de solicitarle a la vida que alargue aún más su existencia
para disfrutar del deleite de la compañía y del amor; las funciones del cerebro se deterioran con
el devenir de los años, la capacidad afectiva que emana del hipotálamo como órgano artífice del
afecto no pierde esa vigencia, es decir las personas hasta el último momento de vida pueden
degustar del elixir del amor.
A la luz de lo anterior, es pertinente citar al escritor, Gabriel García Márquez, en su obra El amor
en los tiempos del Colera. Fermina Daza y Florentino Ariza, se miraron y vieron en sus ojos una
escarcha primaveral, un dominio invencible, su amor impávido…ese amor guardado por tantos
lustros y que súbitamente los traslada con todos los achaques a este momento, pero que los
impulsa a sentirse vivos y con el placer desbordante en sus cuerpos arrugados... (Márquez, p.
188). Indudablemente la antropología arroja nuevos paradigmas en cuanto a las relaciones
otoñales, las cuales, ya no se conciben como el S.O.S., del cuerpo en afán del renacer, es
también el establecer vínculos de solides afectiva olvidando el estigma social de encuadrar estas
relaciones en patologías absurdas que atropellan las encantadoras posibilidades de amar y tener
una vida sexual sana hasta el último suspiro de vida.